martes, 14 de agosto de 2007

track 4: TALK SHOW HOST (Radiohead)


El calor era insoportable, aún a la orilla de el río Mapocho que, pese con toda la mierda que flota en el, aun provee un lugar agradable para pasar la tarde. Era uno de esos momentos donde, a menos que lo pensara demasiado, no podía recordar como había llegado ahí. Eran alrededor de las 3 de la tarde de un día domingo, la peor hora del peor día del verano santiaguino, tan diferente del lugar de donde había vuelto hace unos cuantos días. Acá parece como si toda la ciudad tomara la siesta. Había salido de mi casa temprano, había tomado desayuno por ahí para después vagar sin pensar demasiado, dando finalmente con el río. Mientras caminaba imaginaba esa guitarra de sonido oxidado, seco, como si tuviera costras de arena pegadas a las cuerdas. Si mi guitarra tuviera las cuerdas oxidadas, estaría igual de deprimido que Thom Yorke. Tomé mi teléfono y busqué a quien llamar para pasar el rato, pero no encontré a nadie a quien quisiera ver. Me puse de pie y comencé a caminar por la orilla mientras prendía un cigarrillo. Si no miraba directamente al río podía pretender que no estaba contaminado e imaginar que el ruido del agua era el de un río hermoso. Santiago es una ciudad bellísima, pero le corre un rió de mierda por el medio.
¿ven el simbolismo? Yo tampoco.
Caminé en dirección al centro con la intención de perderme en algún museo o una calle de interés histórico o arquitectónico, como si no supiera que iba a terminar en el mismo café o bar de siempre. El calor era cada vez peor y el sol mas insoportable. Ya habían pasado semanas de mi vuelta a Santiago y todo parecía haber vuelto a la normalidad, o al menos, a algo cercano a la normalidad. Había hablado con ella repetidas veces, cada vez deseando mas que mi situación fuera otra y esperando un corto viaje de ella a Santiago. Por otro lado, las amenazas telefónicas habían continuado, lo cual indicaba que el problema de mi nueva mala fama no se había desvanecido aún. Por ahora, al menos, todo parecía estar, bueno, ni bien ni mal, me sentía un poco sedado, un poco letárgico. Mi caminata me llevó hasta plaza Italia donde, mientras caminaba sin prestar mucha atención a nada, fui detenido bruscamente por una cara conocida.
- Hasta que te encuentro – me dijo, con una sonrisa de confianza que se interrumpió con una risotada mia.
- “hasta que te encuentro”, por dios, ese dramatismo, como si fueras a dispararme ahora o algo, ¿qué? ¿me estabas buscando? ¿A eso has dedicado tus días desde que esa estúpida te metió algún cuento? ¿qué te dijo, que la engañé, que la golpeaba? Puras mentiras. Pensé que me conocías mas que eso Felipe. Como te controlan, ¿no te da al menos un poco de vergüenza?
Hubo un momento de silencio.
- En verdad no se que hacer – fue su respuesta, y no supe que decir a ello – nadie sabe si creer o no lo que ella ha dicho de ti, pero tu sabes como es, finalmente es mejor pretender que le creemos, es mas facil lidiar contigo que con ella.
- Cobardes – dije, con una sonrisa intencionalmente insolente – dile a quienes sean que estén “molestos” conmigo que me dejen tranquilo, tengo mejores cosas que hacer que aguantar esto – extendí mi mano hacia el.
- Cuídate – dije
- Tu también – me respondió
Mi caminata continuó sin interrupciones y, extrañamente, no me llevó a donde pensaba. Caminé sin pensar por horas, por lugares que no conocía y lugares que quería conocer de nuevo. Finalmente, el atardecer me encontró en la cima del cerro Santa Lucía, con música suicida sonando en algún lugar cercano, y agotando uno de muchos últimos cigarrillos consumidos en mi caminata. Una nube de smog enmascaraba la ciudad mientras el cielo se teñía de rojo y naranjo. Santiago parecía vacío, muerto, post apocalíptico, los colores eran intoxicantes. Sentí mi teléfono en mi bolsillo y, esperando otra estúpida amenaza, revisé el numero de la llamada para asegurarme
Larga distancia. Sonreí.

jueves, 2 de agosto de 2007

track 3: BLUE LIGHT (Emilie Simon)



Andrea. Me gustaba el sonido que hacía el papel de sus cigarrillos al quemarse. Tenía mi altura, lo cual me molestaba y gustaba a la vez, y parecía aun mas receptiva que yo a los impulsos de la ciudad, lo cual le envidiaba. Siempre parecía estar analizándome, asi que escogía muy bien mis palabras y gestos cuando me encontraba con ella, aunque en el fondo sabía que no podía engañarla y que ella probablemente estaba disfrutando observar mis intentos. Frente a dos tazas de café a medio tomar discutíamos de temas sin importancia, acompañados por canciones de esas que no se escuchan seguido en la radio, y son siempre una sorpresa placentera. Aunque prefiera escuchar a Emilie Simon cantar en francés la canción me encantaba, y la mezclaba con las palabras de Andrea. Nuestra verdadera comunicación se llevaba a cabo en el cruce de nuestras miradas. La había conocido hace ya un tiempo, en una fiesta donde también llegamos a “conocernos mejor”, creo que se entiende.
Música bailable y ron barato, imagínense.
Tras esa noche estuvimos un breve tiempo juntos, y con el paso del tiempo pasó a ser una persona digna de toda mi confianza, me era imposible estar cerca de ella sin sentir una extraña mezcla de cariño y complicidad, a veces incomodidad.
- Y ¿te sirvió de algo tu “escape”? – me preguntó con una sonrisa sospechosa.
- Ehm… creo – respondí.
- Te lo dije antes, escapar no te va a servir de nada. Si, cometiste un par de errores acá, y tu viajecillo te debe haber ayudado a poner todo en espera, pero no me extrañaría que ya te ande buscando alguien. has recibido un par de llamadas, no?
- No – respondí – no un par al menos…
Nos largamos a reír como si el problema fuera un asunto gracioso. Me gustaba como Andrea podía hacerme sentir que las cosas eran menos graves de lo que eran en verdad. Terminamos nuestros cafés con prisa y decidimos caminar por un rato, dejando el auto de Andrea frente a su casa. Pese a que no me encontraba en el mejor de los ánimos, momentos como este siempre me hacían sentir mejor, caminaba por ella y me sentía bien, como si estuviera en el lugar exacto donde debía estar, hoy era casi igual, una pequeña parte de mi deseaba estar en el norte, y otra parte deseaba que algo del norte estuviera en Santiago.
Tras una escala por unas cervezas en uno de nuestros lugares preferidos, dimos a parar a un lado del río Mapocho, mirando de lejos las luces de los edificios y las esculturas al borde del río.
- ¿conociste a alguien? – preguntó Andrea. Increíble como me conocía.
- ¿cómo te diste cuenta?
- Se te nota, siempre se te nota – me respondió Andrea prendiendo un cigarrillo.
Aun bajo el ruido del río podía escuchar el papel quemándose.
- Creo que debería sacármela de la cabeza.
- Tal vez, la distancia es un problema grave, y no creo que quieras mas problemas
- No, no mas.
- ¿quien te llamo?
- Ni idea, tampoco me importa mucho. Me enteraré luego, supongo.
- Hoy te quedas en mi casa, en caso de que te esperen, no se en que andas metido, pero es mejor asi, no?
- No te preocupes - respondí ocultando una risa - no es para tanto el asunto. pero si quieres te puedes quedar conmigo.
Me divertía Andrea. A veces, sabía hacerme sentir que mis problemas no eran graves, pero al mismo tiempo, se preocupaba por mi mas de la cuenta. Como si me esperaran tipos de negro en mi casa para quebrarme las piernas, no podía evitar sonreir en señal de agradecimiento.
Llegamos a mi casa a pie, dejando abandonado el auto de Andrea. Ahórrense las suposiciones de una escena romántica. Llegamos allá a dormir, tras nuestra corta relación, nunca podría tener una relación con Andrea mas allá de la que tengo. Y estoy, estamos cómodos con eso.
Mientras Andrea dormía me senté frente a la ventana abierta prendiendo el último cigarro de mi cajetilla. Intentaba sentir el aroma de santiago sobre el del humo. Hacía frío afuera y calor adentro y era agradable sentir ambos a la vez. Dirigí mi vista hacia Andrea, se movía mucho mientras dormía, como si nunca encontrara una posición cómoda. Sonreí rápidamente y me paré de mi silla, en ese momento me interrumpió una vez mas el sonido de mi teléfono, salí con prisa de la pieza para no despertar a Andrea y conteste.
- ¿alo?
- Hola
- Ah… tu.
- ¿llegaste bien?
- si – dije, antes de un largo silencio.
- Quiero que nos juntemos, necesitamos hablar
- No quiero hablar, no contigo
- Tenemos mucho que resolver
- No tenemos nada que resolver ¿sabes cuanta gente pusiste en mi contra? No tengo nada que hablar ni nada que resolver contigo.
- Tu sabes que me arrepiento de eso.
- No, no se y no lo creo – dije, antes de cortar el teléfono
Ahora sabía que no iba a dormir tranquilo.