lunes, 17 de diciembre de 2007

Track 12: JUST LIKE YOU IMAGINED (Nine Inch Nails)


Antonio ya dormía en su casa y yo seguía en el auto de Andrea dando vueltas sin muchas ganas de llegar a mi cama, pensaba en esperar a que ella saliera del trabajo para ir a buscarla, en verdad pensaba en muchas posibilidades. La ciudad estaba vacía, era un día de semana así que solo unos pocos podían celebrar, las calles estaban libres.
Calles libres mas alcohol en el organismo son una invitación. Y la canción que recién empezaba era la tarjeta perfecta para invitarme a romper piñatas.
Aceleré un poco, tanteando el terreno, sintiendo como se comportaba el auto, un pequeño automático bastante ahorrativo, de esos autos que parecen huevos de pascua a medio pintar. Ya habiéndome acostumbrado aceleré mas, dirigiéndome a los túneles que conectan subterráneamente diferentes zonas de la ciudad. Ahí no pasaba nada, nadie, y podía llevar a los limites a este huevo sin descascarar. Pasaban segundos como horas, se veía todo pasar lento pese a la velocidad con la que iba, podía prever lo que venía y esquivar pequeños obstáculos, como basura, que quedaban regados por ahí.
Diría que pensaba en mil cosas mientras manejaba, pero en verdad estaba bastante concentrado. Si me había zafado de los gigantes pecosos no era mi intención matarme en esta. En ese momento no era al menos. Las luces del techo de los túneles teñían todo el espacio de un naranjo con tono de advertencia, eran un camino de luz a ningún lado. El viento artificial de los ventiladores y la velocidad me mantenían despierto, atento, con ganas de presionar el pedal un poco mas de tiempo, un poco mas a fondo. Si aparecía algún auto lo retaba a una carrera de la cual solo yo estaba enterado.
Imaginarán que ganaba cada vez.
Mientras corría en los parlantes del auto el poderosísimo tema de Reznor mis pensamientos empezaban a volver a mi cabeza, de a poco, de a uno, con nombres y apellidos. Bueno, era de esperarse que la calma no me durara demasiado. Aceleraba a ratos para olvidarme un poco de todo, todo lo que volvía a mi al bajar de nuevo la velocidad. Recordaba y aceleraba, sintiendo como el viento artificial se llevaba brevemente todo. Me acordaba de la palabra código “sigma”, que sonaba en los parlantes del metro cuando alguien se lanzaba a los rieles, por esos túneles también corre viento artificial. No me sentía como un suicida al borde del andén, sino como el tren que no puede evitar los acontecimientos que vienen, sigue adelante, frena si puede, si no, sigma.
Salí de los túneles antes de que la velocidad me entusiasmara demasiado, olvidando por un segundo que ya no me encontraba bajo tierra y tenía que moderar la velocidad. Las luces de la ciudad no eran naranjas, aquí las advertencias estaban pintadas de blanco, faroles, ventanas, publicidad, en la cima de un cerro luces que iluminaban a una virgen celosa de los acontecimientos bajo sus pies. Decidí volver hacia donde trabajaba Andrea, para devolverle el auto y retirarme. Tomé un camino largo queriendo mirar un rato mas la calle a través de la ventana
Y con un equipo de sonido decente.
Ya acercándome al lugar me las había arreglado de sacar algunos pensamientos de mi cabeza, iba en un estado un tanto dormido, sin reaccionar demasiado a lo que estaba pensando, creía que si permanecía así el tiempo suficiente podía olvidarme de todo. Al acercarme aún mas noté una silueta en la esquina del café donde trabajaba Andrea, parada al borde de la vereda con un pie levantado y la pierna extendida hacia la calle, en posición de un sigma que, considerando que la distancia entre la vereda y la calle es de unos 10cms. no tenía mucho sentido. Al acercarme aún mas pude notar sus rasgos, observar su rostro, hasta escuchar el sonido de su cigarrillo cuando la canción había acabado.
- ¿Qué haces acá parada? – le pregunté sin entender mucho
- Supuse que pasarías a buscarme – respondió Andrea sonriéndome con una mueca de superioridad que, al menos la mitad de las veces, me molestaba un poco, hoy me agradaba.
- ¿Por qué supusiste eso? - volví a preguntar
- No se, supongo que te conozco.


viernes, 14 de diciembre de 2007

track 11: I'M SHIPPING UP TO BOSTON (Dropkick Murphys)



La escenita hollywoodense.
El Geo, un pub irlandés al que íbamos a veces (cuando el dinero lo permitía) estaba repleto de pelirrojos pecosos que nos miraban como si nuestras cabezas fueran pelotas de rugby sin estrenar.
Y nadie quiere que vean su cabeza como pelota de rugby.
En un circulo de gigantes haciendo sonar los nudillos no nos notábamos yo y Antonio en el medio, parados con actitud desafiante, mandíbulas apretadas, cruzados de brazos, expresiones de confianza en el rostro, en resumen, cagados de miedo. Debo decir que lo ocultábamos bastante bien, aun teníamos nuestras cervezas en la mano y yo ocasionalmente bebía un sorbo pretendiendo que esto no me estaba importando demasiado. Eventualmente, al ver que el circulo no iba a desarmarse oculté mi boca con el vaso para hablar con Antonio.
- ¿te acuerdas cuando hablamos de los lugares donde no convenía buscarse problemas? –pregunté.
- Si – me respondió
- ¿no recordaste este lugar en la lista, de casualidad?
- Ehm…
- Olvidalo.
En el local la gente se mantenía en silencio, mientras nosotros nos veíamos atrapados en una especie de cuadrilátero de carne y hueso del cual no teníamos mucha oportunidad de escapar. Antonio había escogido como blanco esta noche a una simpática camarera del bar, que estaba convenientemente involucrada con uno de los gigantones pelirrojos que ahora nos rodeaban. El resto supongo que pueden adivinarlo. El afectado en cuestión compartía el circulo con nosotros, hacía sonar los huesos de su cuello mientras se subía las mangas y le decía a quien resultó ser su hermana “tu ándate, hablamos después”.
No me extrañaría ver a los Dropkick Murphys tocando celtic punk en algún rincón del lugar, de hecho, no me extrañaría verlos en el circulo de gigantes que nos rodea. Los irlandeses son cosa seria, dicen, yo personalmente, no había tenido la experiencia antes. Debo admitir que guitarras, baterías y gaitas daban un buen tono, adecuado, tan adecuado como el tono morado de mis futuros hematomas.
- Miren, no hay por que alterarse, podemos resolver esto civilizadamente, no? – empecé a decir no muy convencido de mis palabras.
- Si tu hermana ni siquiera me gusta, me estaba divirtiendo nada mas – agregó Antonio. En algún lugar de su cabeza ese comentario sonaba bien.
Lo único que se me ocurrió hacer al ver al gigante lanzarse hacia nosotros fue lanzarle el contenido de mi vaso de cerveza, seguido del vaso mismo. Después empujé a Antonio sobre uno de los otros gigantes, causando que se desequilibrara y pudiéramos salir del circulo, suponiendo que Antonio me lo perdonaría después. Nos echamos a correr como tantas veces habíamos hecho antes, sin tomar en consideración lo mucho que podían correr estos tipos, podíamos mantener una distancia, pero nos iban a atajar eventualmente.
Corrimos por varios minutos (cuesta abajo, gracias a dios) hasta llegar a un pequeño café medio oculto entre bares y restoranes, uno de esos locales con un pequeño escenario donde algún estudiante de teatro o mal imitador de Silvio Rodríguez puede subirse a entretener un poco al público con alguna interpretación ya conocida por todos. Mas aún en el caso de Silvio Rodríguez, el pobre hombre es un cliché en si mismo. Si estuviera muerto, se revolcaría en su tumba cada vez que alguien canta “Ojalá” en una fogata.
Entré tirando a Antonio de la chaqueta y caminé directo hacia el mostrador, donde nos recibió una camarera.
- ¿Lucas?
- Andrea, ¿nos prestarías tu auto? Te explico después.
- ¿cuántos?
- Unos 10 creo yo, son rápidos.
- Toma las llaves, lo paso a buscar mañana
Apenas alcancé a agradecer y salí del lugar arrastrando a Antonio, quien ya estaba empezando a buscarse problemas con otra hermana de alguien. Veía desde la salida el auto de Andrea, hasta que un personaje que cubría la puerta del local entera con su humanidad tapó mi visión. Tuve que tomar una decisión rápida, y bueno, la patada en la entrepierna puede no haber sido la mejor decisión, pero al menos fue efectiva, nos compró a mi y a Antonio suficiente tiempo para llegar al auto de Andrea.
Unos minutos mas tarde, conduciendo mientras Antonio dormía en los asientos traseros me encontraba cansado, de todo, no de hoy, no de esta noche, sino del ritmo de las cosas, la tonadita celtic punk que había tenido pegada en mi cabeza ya no estaba ahí, no imaginaba canciones, era todo silencioso.
Sonaba el celular y no era quien quería que me llamara.