martes, 31 de julio de 2007

track 2: NARANJO EN FLOR (Bajofondo Tangoclub)


Santiago de noche. Otra cosa.
Otra cosa en comparación al Santiago inundado de un sol intoxicante y seco. La gracia de los veranos santiaguinos esta en la noche, cuando el viento es mas helado (o es, durante el día no corre mucho viento) y el sol se reemplaza por resplandores de neón. Durante los días de verano, las cosas no parecen funcionar igual, todos parecen dormidos, todo parece mas lento. Pero al llegar la noche los engranes de esa maquina parecen aceitarse y funcionar mejor que nunca. Santiago también es traicionero, sus historias pueden ser bellas o terribles, depende de las decisiones que uno tome, y yo tiendo a tomar las peores. Siento el peso de esas decisiones en cuanto me bajo del bus. Se siente como si fuera la primera vez que veo la ciudad en años, han pasado dos semanas y todo esta distinto. Es curioso como una banda argentino/uruguaya de tango electrónico te puede hacer sentir como en casa con música de bases en algo que ni se parece a la música chilena. De todas maneras, el tema daba una buena bienvenida a Santiago, era inevitable mirar en círculos y notar cada detalle de la ciudad.
Cometí un error al volver.
Quise sacar un cigarrillo de mi bolsillo y recordé que ya no fumaba, me arrepentí de esa decisión tremendamente. Me quedé congelado un momento, mirando a mi alrededor mientras pretendía analizar la situación en la que me encontraba, o analizar todo lo que me rodeaba. Tenía mucho que enfrentar ahora que había vuelto a Santiago y mi escape no había hecho mas que agravar las cosas. Mi viaje al norte no tenía mas intención que la de poner mis problemas en espera por unos días, y ahora parecía tener mas que antes. Me sentía como estando parado a tres metros de un auto que viene hacia mi a toda velocidad, sin poder pensar en mas que en “mierda, me van a atropellar”, no es la mejor de las sensaciones, debo decir. Al menos cuando estaba escapando el automóvil parecía estar un poco mas lejos. Aceptando mi debilidad me detuve en un kiosco a comprar una cajetilla de cigarros, Light, como si eso hiciera mas aceptable mi decisión de volver a fumar. No pude evitar sentirme como una vieja gorda que compra un combo agrandado de Mc Donalds mientras se queja de su figura y pide una Coca-Cola Light pretendiendo que marque una diferencia. Tras la primera bocanada me siento un poco mas calmado, busco con la mirada un lugar donde tomarme un café (o en su defecto, una cerveza) antes de volver a casa. No puedo evitar notar el estado del barrio donde me encuentro y, un tanto desconfiado, sujeto mas fuerte el bolso que llevo colgado. Me dirijo hacia un café recién localizado por mis ojos, un poco perdido entre mil imágenes que se mezclan y giran en mi cabeza. En ese momento el sonido de mi teléfono me sobresaltó e interrumpió mis pensamientos.
- ¿Lucas? – preguntó una voz al otro lado de la línea
- Si – respondí
- ¿de vuelta en Santiago?
- Si – dije de nuevo
- Te estaba esperando. Voy a asegurarme de que no repitas lo que hiciste. – dijo la voz antes de cortar.
Apenas volviendo ya chocaba con los conflictos de los que escapaba y recibía la llamada de un enemigo.
Ojala supiera quien me llamó.
A modo de explicación, una de las razones de mi viaje fue, bueno, cierta persona desagradable que dijo algunas cosas de mi (unas, completas mentiras y otras, verdades exageradas). Estos rumores tuvieron una que otra reacción negativa en conocidos míos, los cuales ahora me buscan para exigirme una explicación, confrontarme, o de plano sacarme la cresta. Aun me pregunto quien me habrá llamado, pero sea quien sea, el problema es el mismo. Bastó con que murmurara un “mejor búsquense una vida y dejen la mía tranquila” para que mi teléfono sonara de nuevo, esta vez al contestar me encontré con alguien amigable.
- Andrea, hola – dije al reconocer su voz, reaccionando con una pequeña sonrisa.
- ¿llegaste bien?
- Si, todo sin problemas.
- Estoy cerca del Terminal, te paso a buscar y vamos a tomar algo ¿te parece?
- Ok, vamos donde siempre, te parece?
- Vale, dame cinco minutos, un beso
- Un beso, chau.
Mi llegada a Santiago pasaba de amarga a agridulce. Me senté en una esquina a esperar a Andrea mientras leía de lejos los titulares de un diario de hace dos días que ahora se encontraba flotando sobre un charco. El tráfico parecía cada vez mas ocupado y me preguntaba si a Andrea le tomaría mas tiempo el llegar a recogerme. Me entretuve un tiempo leyendo letreros, observando a la gente e intentando adivinar la marca de los autos que cada vez pasaban mas rápido por la esquina donde me encontraba. Cinco minutos después, casi exactos, Andrea detuvo su auto en la esquina para encontrarme con los pantalones salpicados de agua de las rodillas hacia abajo.
- ¿Qué te paso? – me preguntó.
- Nada, un auto pasó por un charco.

domingo, 29 de julio de 2007

track 1: TRAINS (Porcupine Tree)


Lo único que podía ver era el mar, a lo lejos, y el árido suelo desde la playa hasta las montañas a mis espaldas. La carretera estaba completamente desierta a excepción del bus en el que viajaba, detenido frente a un carro de comidas que parecía ser la única muestra de vida humana en kilómetros. Compré algo para beber y me senté donde pude, observando la nada en la que me encontraba, pensando en mil cosas al mismo tiempo, envolviéndome en una especie de torbellino que no podía tener relación alguna con la calma del lugar. Este era el lugar perfecto para pensar en el pasado, en el futuro, y después congelarse en el presente por un momento. Era inevitable recordar, recordaba noches, besos secretos, sonrisas honestas. Recordaba canciones en la guitarra y sentía que la armónica en mi bolsillo vibraba con sus ultimas notas. La recordaba a ella, que me había dado mi ultima sonrisa y sabía que, pese a la distancia, me iba a dar la siguiente.
Recordé también cuanto me molestaba ponerme así romanticón
Estaría en Santiago en unas pocas horas, y no sabía que iba a pasar cuando llegara. Había, básicamente, dejado mi vida de lado por unos días para escapar, pensar, tomar decisiones y, por supuesto, no tenia nada demasiado claro en mi mente, si no basta con proponerse las cosas. En este momento, lo único que me importaba era el presente, que repetía un eco moribundo de las horas anteriores, y este lugar, este mar y desierto bajo el sol del norte.
...Puta que hacía calor.
Steven Wilson probablemente pensaba en un lugar distinto a este al escribir su canción, bueno, partiendo por el nombre, la canción es "trains", no "busses", o algo así, no creo que se encontrara en una carretera en medio de la nada precisamente, pero la música en los audífonos acentuaba todo, encajaba con el segundo que estaba viviendo.
Me gusta mas la versión en vivo, pero en fin.
Devolví mi botella vacía a quien me la había vendido y observe por ultima vez dando un lento giro de 360 grados. Queriendo recordar todo lo que venía a mi mente en este momento. La noche anterior había pasado con la velocidad de un suspiro, mirando su figura con la yema de mis dedos, escuchando sus palabras hasta que el sol, reflejado en su piel me indicó que llegaba mi hora. Recuerdo la sonrisa con la que enmascaraba nuestra despedida. Y el sonido del viento mientras, de lejos, le daba un adiós silencioso. Los recuerdos siguientes eran de un paisaje somnífero a través de la ventana, o de temblorosas anotaciones en mi cuaderno, recuerdos de hace 10 minutos, 5 minutos, 30 segundos.
No se si no podía recordar mas o no quería recordar mas.
- ya nos vamos – interrumpió una voz desconocida a mis espaldas, una especie de azafata de bus – se te queda algo? – agregó tras un largo silencio.
- No creo - respondí con una fingida sonrisa – gracias.
No entremos en detalles sobre ese ultimo dialogo, me ahorrare el cliché de que dejé mi corazón allá, por lo tanto si se me queda algo, son huevadas mías y si les interesa, bueno, tal vez les digo mas tarde.
En los audífonos una voz decía siempre los veranos se van deslizándose. La música hacia que este bus se sintiera como un tren.
Sonreí, y al darme cuenta de que lo hacía murmuré su nombre.