lunes, 17 de diciembre de 2007

Track 12: JUST LIKE YOU IMAGINED (Nine Inch Nails)


Antonio ya dormía en su casa y yo seguía en el auto de Andrea dando vueltas sin muchas ganas de llegar a mi cama, pensaba en esperar a que ella saliera del trabajo para ir a buscarla, en verdad pensaba en muchas posibilidades. La ciudad estaba vacía, era un día de semana así que solo unos pocos podían celebrar, las calles estaban libres.
Calles libres mas alcohol en el organismo son una invitación. Y la canción que recién empezaba era la tarjeta perfecta para invitarme a romper piñatas.
Aceleré un poco, tanteando el terreno, sintiendo como se comportaba el auto, un pequeño automático bastante ahorrativo, de esos autos que parecen huevos de pascua a medio pintar. Ya habiéndome acostumbrado aceleré mas, dirigiéndome a los túneles que conectan subterráneamente diferentes zonas de la ciudad. Ahí no pasaba nada, nadie, y podía llevar a los limites a este huevo sin descascarar. Pasaban segundos como horas, se veía todo pasar lento pese a la velocidad con la que iba, podía prever lo que venía y esquivar pequeños obstáculos, como basura, que quedaban regados por ahí.
Diría que pensaba en mil cosas mientras manejaba, pero en verdad estaba bastante concentrado. Si me había zafado de los gigantes pecosos no era mi intención matarme en esta. En ese momento no era al menos. Las luces del techo de los túneles teñían todo el espacio de un naranjo con tono de advertencia, eran un camino de luz a ningún lado. El viento artificial de los ventiladores y la velocidad me mantenían despierto, atento, con ganas de presionar el pedal un poco mas de tiempo, un poco mas a fondo. Si aparecía algún auto lo retaba a una carrera de la cual solo yo estaba enterado.
Imaginarán que ganaba cada vez.
Mientras corría en los parlantes del auto el poderosísimo tema de Reznor mis pensamientos empezaban a volver a mi cabeza, de a poco, de a uno, con nombres y apellidos. Bueno, era de esperarse que la calma no me durara demasiado. Aceleraba a ratos para olvidarme un poco de todo, todo lo que volvía a mi al bajar de nuevo la velocidad. Recordaba y aceleraba, sintiendo como el viento artificial se llevaba brevemente todo. Me acordaba de la palabra código “sigma”, que sonaba en los parlantes del metro cuando alguien se lanzaba a los rieles, por esos túneles también corre viento artificial. No me sentía como un suicida al borde del andén, sino como el tren que no puede evitar los acontecimientos que vienen, sigue adelante, frena si puede, si no, sigma.
Salí de los túneles antes de que la velocidad me entusiasmara demasiado, olvidando por un segundo que ya no me encontraba bajo tierra y tenía que moderar la velocidad. Las luces de la ciudad no eran naranjas, aquí las advertencias estaban pintadas de blanco, faroles, ventanas, publicidad, en la cima de un cerro luces que iluminaban a una virgen celosa de los acontecimientos bajo sus pies. Decidí volver hacia donde trabajaba Andrea, para devolverle el auto y retirarme. Tomé un camino largo queriendo mirar un rato mas la calle a través de la ventana
Y con un equipo de sonido decente.
Ya acercándome al lugar me las había arreglado de sacar algunos pensamientos de mi cabeza, iba en un estado un tanto dormido, sin reaccionar demasiado a lo que estaba pensando, creía que si permanecía así el tiempo suficiente podía olvidarme de todo. Al acercarme aún mas noté una silueta en la esquina del café donde trabajaba Andrea, parada al borde de la vereda con un pie levantado y la pierna extendida hacia la calle, en posición de un sigma que, considerando que la distancia entre la vereda y la calle es de unos 10cms. no tenía mucho sentido. Al acercarme aún mas pude notar sus rasgos, observar su rostro, hasta escuchar el sonido de su cigarrillo cuando la canción había acabado.
- ¿Qué haces acá parada? – le pregunté sin entender mucho
- Supuse que pasarías a buscarme – respondió Andrea sonriéndome con una mueca de superioridad que, al menos la mitad de las veces, me molestaba un poco, hoy me agradaba.
- ¿Por qué supusiste eso? - volví a preguntar
- No se, supongo que te conozco.


viernes, 14 de diciembre de 2007

track 11: I'M SHIPPING UP TO BOSTON (Dropkick Murphys)



La escenita hollywoodense.
El Geo, un pub irlandés al que íbamos a veces (cuando el dinero lo permitía) estaba repleto de pelirrojos pecosos que nos miraban como si nuestras cabezas fueran pelotas de rugby sin estrenar.
Y nadie quiere que vean su cabeza como pelota de rugby.
En un circulo de gigantes haciendo sonar los nudillos no nos notábamos yo y Antonio en el medio, parados con actitud desafiante, mandíbulas apretadas, cruzados de brazos, expresiones de confianza en el rostro, en resumen, cagados de miedo. Debo decir que lo ocultábamos bastante bien, aun teníamos nuestras cervezas en la mano y yo ocasionalmente bebía un sorbo pretendiendo que esto no me estaba importando demasiado. Eventualmente, al ver que el circulo no iba a desarmarse oculté mi boca con el vaso para hablar con Antonio.
- ¿te acuerdas cuando hablamos de los lugares donde no convenía buscarse problemas? –pregunté.
- Si – me respondió
- ¿no recordaste este lugar en la lista, de casualidad?
- Ehm…
- Olvidalo.
En el local la gente se mantenía en silencio, mientras nosotros nos veíamos atrapados en una especie de cuadrilátero de carne y hueso del cual no teníamos mucha oportunidad de escapar. Antonio había escogido como blanco esta noche a una simpática camarera del bar, que estaba convenientemente involucrada con uno de los gigantones pelirrojos que ahora nos rodeaban. El resto supongo que pueden adivinarlo. El afectado en cuestión compartía el circulo con nosotros, hacía sonar los huesos de su cuello mientras se subía las mangas y le decía a quien resultó ser su hermana “tu ándate, hablamos después”.
No me extrañaría ver a los Dropkick Murphys tocando celtic punk en algún rincón del lugar, de hecho, no me extrañaría verlos en el circulo de gigantes que nos rodea. Los irlandeses son cosa seria, dicen, yo personalmente, no había tenido la experiencia antes. Debo admitir que guitarras, baterías y gaitas daban un buen tono, adecuado, tan adecuado como el tono morado de mis futuros hematomas.
- Miren, no hay por que alterarse, podemos resolver esto civilizadamente, no? – empecé a decir no muy convencido de mis palabras.
- Si tu hermana ni siquiera me gusta, me estaba divirtiendo nada mas – agregó Antonio. En algún lugar de su cabeza ese comentario sonaba bien.
Lo único que se me ocurrió hacer al ver al gigante lanzarse hacia nosotros fue lanzarle el contenido de mi vaso de cerveza, seguido del vaso mismo. Después empujé a Antonio sobre uno de los otros gigantes, causando que se desequilibrara y pudiéramos salir del circulo, suponiendo que Antonio me lo perdonaría después. Nos echamos a correr como tantas veces habíamos hecho antes, sin tomar en consideración lo mucho que podían correr estos tipos, podíamos mantener una distancia, pero nos iban a atajar eventualmente.
Corrimos por varios minutos (cuesta abajo, gracias a dios) hasta llegar a un pequeño café medio oculto entre bares y restoranes, uno de esos locales con un pequeño escenario donde algún estudiante de teatro o mal imitador de Silvio Rodríguez puede subirse a entretener un poco al público con alguna interpretación ya conocida por todos. Mas aún en el caso de Silvio Rodríguez, el pobre hombre es un cliché en si mismo. Si estuviera muerto, se revolcaría en su tumba cada vez que alguien canta “Ojalá” en una fogata.
Entré tirando a Antonio de la chaqueta y caminé directo hacia el mostrador, donde nos recibió una camarera.
- ¿Lucas?
- Andrea, ¿nos prestarías tu auto? Te explico después.
- ¿cuántos?
- Unos 10 creo yo, son rápidos.
- Toma las llaves, lo paso a buscar mañana
Apenas alcancé a agradecer y salí del lugar arrastrando a Antonio, quien ya estaba empezando a buscarse problemas con otra hermana de alguien. Veía desde la salida el auto de Andrea, hasta que un personaje que cubría la puerta del local entera con su humanidad tapó mi visión. Tuve que tomar una decisión rápida, y bueno, la patada en la entrepierna puede no haber sido la mejor decisión, pero al menos fue efectiva, nos compró a mi y a Antonio suficiente tiempo para llegar al auto de Andrea.
Unos minutos mas tarde, conduciendo mientras Antonio dormía en los asientos traseros me encontraba cansado, de todo, no de hoy, no de esta noche, sino del ritmo de las cosas, la tonadita celtic punk que había tenido pegada en mi cabeza ya no estaba ahí, no imaginaba canciones, era todo silencioso.
Sonaba el celular y no era quien quería que me llamara.


martes, 13 de noviembre de 2007

track 10: CAMARA LENTA (Javiera Mena)


- te gusta meterte en problemas a ti. ¿te has dado cuenta?
Que comentario mas propio de Andrea.
- me di cuenta la primera vez que me lo dijiste – respondí en un tono algo cortante, y algo distraído.
Era común que en mis caminatas con Andrea me perdiera un poco sin razón aparente, lo cual no era mayor problema, ella siempre sabia sacudirme (a veces literalmente) de vuelta a la conversación. Sin embargo, hoy se preocupaba menos de ello, creo que ninguno de los dos estaba muy preocupado de nada en particular, o tal vez eran tantas las cosas de que preocuparse que simplemente dejaba de valer la pena. El domingo corría en cámara lenta mientras compartíamos los audífonos en una canción que hablaba precisamente de eso, con un teclado de radio AM sonando al fondo de voces perfectas para un domingo en la tarde.
Grande Javiera Mena, una lastima la nueva moda del lesbianismo. Aunque a ella le creo que la cosa es en serio. Lo cual también podría considerar una lástima, creo que se entiende a lo que voy.
Andrea me miraba con una cara de desaprobación a la que ya estaba acostumbrado, no porque me desaprobara siempre, sino porque esa mirada se confundía con su mirada de preocupación, y bueno, ella siempre se preocupaba por mi. Andrea era mi conciencia a ratos, un cable a tierra, y aunque no lo fuera, con que se preocupara me bastaba para sentirme un poco mas pegado al suelo.
Buscamos cualquier lugar que estuviera abierto para tomar algo, un café, una cerveza, cualquier cosa, los Domingos son una mierda en ese sentido, en muchos sentidos. Nos sentamos a hablar de nada, no pudiendo hacerlo, sabiendo que temas mas complicados saldrían a la luz, pero con la intención de no enrollarnos demasiado, bastaba con disfrutar el momento, o al menos no pasarla mal en este.
Mirábamos por la ventana de un café a familias que tomaban un helado, a uno que otro ciclista disfrutando la tarde, artistas callejeros, gente descansando. Era el momento de la semana para ver a gente que, de cierta manera, no iba a ninguna parte, y era placentero darse cuenta de que no éramos los únicos (al menos estos dos días) que no iban a ningún lado.
Andrea me miraba con la cabeza medio cubierta por su mano, con la que tomaba la pajilla del vaso de coca-cola que había pedido, solo le veía los ojos y el pelo cubriendo el resto. Tenía bonitos ojos, llenos de… de algo, que se yo, cualquier cosa sonaría a cliché. Esas frasecitas que casi parecen envasadas y que la gente evita usar constantemente.
Pero al mismo tiempo, los clichés existen por algo, creo yo. Digamos que sus ojos estaban llenos de clichés.
Pasaron horas asi, a veces hablábamos mucho a veces casi nada, a veces nada en absoluto. Después del café caminamos hasta Esperanto, una tienda de música perdida por ahí, con la gracia de tener buenos discos a buenos precios, tanto nuevos como viejos. Ahí siempre podíamos perder el tiempo. Esperanto tenía la gracia de abrir los domingos cuando se le antojaba a su dueño, en ese sentido la tienda podría haberse llamado Oasis, pero hubiera sido un insulto considerando la alusión musical y la buena música que se vendía. Mientras revisábamos las repisas Andrea decidió volver al tema anterior mientras sostenía dos discos de Bjork en sus manos. No soporto a Bjork.
- para que volver al tema? – pregunté después del primer comentario de Andrea.
- No se – respondió – me preocupa que estés bien.
- Lo se, pero no te preocupes tanto, no es la primera vez que me pasa y no va a ser la última tampoco
- Bueno, cambiando un poco el tema, aunque no tanto, te ha llamado algún amigo mas de tu ex pidiéndote explicaciones?
- No, después de su gracia el otro día debe haber perdido algo de credibilidad.
Andrea rió levemente, no le tenía ningún aprecio a mi ex, sino todo lo contrario. Mi relación con ella nos había separado mucho y ahora estábamos tan bien como siempre.
- que disco estás buscando? – me preguntó después de un rato de silencio.
- Cualquier cosa menos Bjork – respondí riendo.

lunes, 1 de octubre de 2007

track 9: TONY THE BEAT (The Sounds)


- Pop disfrazado de rock, buena manera de empezar la noche.
Esa noche era como para limitarme a comentarios de ese tipo, beber mucho, hablar poco y quedarme tranquilo. Me recuperaba aun del zigzag sentimental por el que pasaba. Mis amigos, por supuesto, me recordaron que odio ponerme sentimental y me arrastraron hacia una pequeña “reunión social”, por decirle de alguna manera.
La casa a la que llegábamos quedaba lejos, tanto que veía la mayor parte de santiago desde ahí. No conocía a mucha gente, pero esta noche no me importaba demasiado. Eran pocos los asistentes que conocía, y la intención de mis amigos de volver a casa acompañados se vio frustrada al no encontrar a nadie que cayera en su categoría.
- ¿Ella no? – preguntaba a veces algo distraído, sin fijarme en verdad de a quien apuntaba.
- Ehm… no. No sin una bolsa de papel sobre la cabeza, mi cabeza - me respondió Antonio aguantando la risa
Mis amigos, siempre tan respetuosos.
La noche avanzaba bastante rápido, lo cual en general pasa cuando uno la pasa bien, en este caso, yo diría que la cantidad de alcohol que tenía en mi sistema hacía que la tierra girara mas rápido. A ratos reía, a ratos me apartaba Psicológicamente, a ratos disfrutaba, a ratos dormitaba en sueño etílico. La gente pasaba cerca mío, a veces lento, a veces muy rápido , hablaban, reían, bailaban, yo me limitaba a observar. Miraba las conversaciones, el ambiente, y las mujeres antes descartadas por mis amigos, que se veían mejor después de cada vaso de ron.
- ¿qué bien se ve la que esta sentada en el sofá, no creen? – dije
2 minutos después me encontraba tirado en la cama del dueño de casa. Pablo me lanzaba una almohada a la cara.
- Lo hago por tu bien, créeme, tienes alterada la percepción.
- Te dejé un basurero al lado de la cama, por si acaso – agrego Antonio desde la puerta. Descansa un poco.
- Gracias – alcance a murmurar antes de caer dormido.
No desperté hasta un buen rato después, pensando al comienzo que las cosas estaban mas calmadas, pero descubriendo lo contrario, se escuchaba muchísima mas gente en el lugar, es mas, había mas gente en donde yo me encontraba, una silueta miraba en mi dirección profundamente.
Difícil no notarla considerando que estaba sentada sobre mi.
- ¿ como te sientes? – me preguntó una voz familiar que hubiera querido no escuchar de nuevo.
- ¿tu? ¿Que mierda haces aquí? – respondí medio dormido.
- Vine a ver a mis amigos
- No son tus amigos, son mis amigos, algunos al menos, y los demás no hay manera de que los conozcas.
- Que actitud la tuya – me respondió - ¿por qué andas tan malhumorado?
- Bueno, para empezar, tener a una persona sentada sobre mi no es lo mas cómodo considerando que estoy a punto de devolver el almuerzo.
- Antes te gustaba que me sentara así.
- En segundo lugar – continué, ignorándola – no tengo ganas de verte, de saber de ti, de oírte, o de que te aparezcas cuando quiero relajarme. Me metiste en mas de algún problema y lo sabes, no me hace gracia que te aparezcas por aca.
El ultimo comentario pareció llegarle, que era, debo confesar, lo que estaba esperando que pasara. Se bajó de mi y se detuvo parada al borde de la cama, seria, con una cara que antes podría haberme molestado o preocupado mucho, fue un placer darme cuenta de que no me importaba.
- Pensé que tal vez si hablábamos… - empezó a decir ella.
- Tal vez nada, Es como si no te dieras cuenta. No quiero saber mas de ti, en bastantes líos me metiste ya.
- Mira Lucas, yo…
- Mejor retírate
Finalmente parecía decidirse por la retirada, y pensaba, sobre todo, en que podría recuperarme de mi borrachera, también en mi mente se encontraba otra persona, esa persona, a quien, en ese segundo, extrañaba mas que nunca. Me seguía mirando en esta pieza oscura mientras yo devolvía la mirada con un aire de desagrado. Se quedo de nuevo parada un momento, sin moverse siquiera, con ese mismo rostro de antes, para luego sonreír abruptamente, acercarse a mi y darme un beso antes que pudiera evitarlo.
- Ya recapacitarás – me dijo con esa misma sonrisa antes de retirarse.
Al recuperarme y volver afuera ella no estaba, mis amigos, se acercaban a mi y me hacían preguntas, y yo, bueno, aun un poco descolocado respondía a medias.
Que mina mas loca. Si hubiera una mejor manera de decirlo, bueno, lo diría igual.



martes, 25 de septiembre de 2007

track 8: LOS MOMENTOS (Blops)



- No podemos cambiar al mundo.
La música en nuestra fuente de sodas habitual estaba lo suficientemente alta como para escuchar la voz de Gatti. Al mismo tiempo, admirábamos los retratos de Jara y Neruda, junto a viejas fotos de los años setenta. Frente a los restos de 2 apurados almuerzos sentí que mis ultimas palabras habían resonado demasiado. El silencio de mi amigo colaboraba a mi sospecha.
- tienes razón, no podemos – respondió, mirando la espuma de la cerveza en su vaso – parece que los tiempos de cambiar el mundo ya pasaron.
- No se si pasaron, pero no basta el deseo de unos pocos. Estamos en un momento de la historia en que podría estallar una bomba en la esquina y el llanto seria poco, mas serian los “waaaaaaaaaa” e incluso, la risa de algún insensible. A nadie le importa la mierda en la que el mundo esta hundido.
- Te pones denso a veces, sabes?
- Si, si se…
- Salud por el fin del mundo – dijo sonriendo, queriendo alivianar la situación.
- Salud. – respondí después de un largo silencio, con una sonrisa a medias y sin siquiera levantar el vaso.
Sería inútil entrar en detalles sobre el resto de la conversación, ya que las palabras no eran tan importantes. Prestábamos mas atención a la gente que pasaba por la ventana, al ruido de los automóviles, al sonido de los celulares, a los gritos de los colegiales, a todos esos elementos molestos de la vida santiaguina. A la música del mundo que estaba por acabarse. Lo que veíamos a nuestro alrededor era lo importante. El viento contaminado hacía bailar las banderas latinoamericanas en el techo del establecimiento. Todo parecía teñirse de gris a ratos. O tal vez éramos nosotros, o tal vez era la cerveza.
Probablemente era la cerveza.
- nuestros nietos la van a pasar mal – dije, sin saber si quería o no retomar el tema. Pero queriendo tener la última palabra.
- Los mayas creían que el fin del mundo iba a llegar en el año 2012 ¿sabes? pero eso en verdad es un error de interpretación. Lo que va a pasar es el fin del mundo como lo conocemos, lo que puede significar que tal vez la raza humana tome conciencia, por tarde que sea, y el mundo pueda, tal vez, cambiar.
- Mal no estaría, debo decir
- Salud por el fin del mundo entonces, esta vez hasta el fondo.
Dejamos sonar los vasos, y bebimos, sin sentirnos demasiado (o en absoluto) satisfechos por nuestro brindis. Pedí la cuenta a lo lejos y apoye mi cabeza en la ventana, mirando hacia fuera.
- cambiando de tema ¿que onda con esa mina tuya, la que anduvo hablando cosas de ti? – era como si supera lo que de verdad me molestaba.
- No es mi mina – respondí, sin apartar la vista de la ventana – afortunadamente, y es un tema del que no hablo, superado ya.
- ¿y la otra, la que conociste en el verano? – era pregunta fue un dedo en la llaga.
- De ella hablo aun menos, no preguntes.

Al llegar la cuenta contamos las monedas y descontamos de la propina lo necesario para volver a casa. Salimos del lugar un poco serios, un poco sonrientes, un poco mareados. El centro de Santiago fluía como siempre, ininterrumpido, cada traje y maletín con la vista fija hacia delante, como caballos de carreras esquivando obstáculos vivos, el con termo y el de terno corriendo a milímetros de tocarse. Nadie se detenía, nadie miraba sino hacia delante o hacia el suelo.
- Bueno, nos vemos – dije
- Hasta luego – respondió mi compañero.
El camino en dirección al centro y yo en dirección opuesta, observando la arquitectura que nadie parecía notar, los segundos pisos de locales de pollo asado, farmacias, librerías y licorerías. Una arquitectura impresionante que pasaba desapercibida entre los ángulos agudos de las miradas de la multitud. Baje la vista para observar a un ya conocido indigente, a un familiar y ruidoso trafico. Observé el ritmo de la ciudad como si lo viera por primera y última vez al mismo tiempo.
“No se puede cambiar al mundo”, pensé, dándome cuenta de que probablemente, a mi tampoco me importaba demasiado.

lunes, 17 de septiembre de 2007

track 7: HEARTATTACK IN A LAY BY (Porcupine Tree)


- ¿Nos estaremos complicando demasiado?
- No se. Pero no quiero responder una pregunta así.
- A veces temo que no vayamos a ningún lado, que lo que nos rodea nos gane la batalla.
- ¿Por qué me dices esto?
- No pienses mal, lo que pasa es que a veces se me pasa por la mente, es todo.
- Siento como si esto llevara a una conclusión que no quiero escuchar.
- Honestamente, no se que hacer.
- Yo tampoco, pero no quiero dejar esto. Es difícil, pero se puede seguir adelante
- Si, ¿pero por cuanto tiempo? ¿y cuanto esperarías?
- No se, no se, pero se puede…
- ¿ Y que tal si no se puede?
- ¿ Que quieres decirme?
- No se… no se que quiero decirte, no se que quiero… mentira, se lo que quiero, pero no se si es posible.
- No digas eso, por favor…

¿Saben que? Hay cosas que prefiero guardarme. Lo dejo hasta aquí.
En medio del momento sonaban guitarras que describían como se paraba un corazón. Y sinceramente, no estaba para escuchar esas cosas. Adelanté la cancion en mi reproductor.

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TRACK: WHAT HAVE YOU DONE (Within Temptation con Keith Caputo)


No me importan los vidrios rotos, ni los papeles tirados en el suelo, ni saber que cada vez que suena el teléfono es Andrea, llamándome preocupada. No contesto, no respondo, no me importa. No me importa que toquen mi puerta los vecinos para quejarse de que las guitarras suenan demasiado fuerte en los parlantes. No me importa nada.
Ya voy en el cigarro 19 de la cajetilla, y solo he usado mi encendedor una vez, como si fumar en cadena ayudara en algo, como si fuera una anestesia. Mi única opción siempre había sido sentirla lejos, pero ahora no la sentía en absoluto.
Nada parece tener demasiado sentido aparte del desorden en mi pieza.
Decido, finalmente, contestar la llamada de Andrea:
- ¡al fin! – exclama ella - ¿cómo estas?
No contesto.
- Ojala supiera decirte algo, algo que pudiera ayudarte, pero se que lo que pueda decir no te serviría de nada ahora.
- Tienes razón en eso – respondo con una voz apagada y endurecida por el tabaco.
- ¿quieres que vaya? – me pregunta con una voz que parece de miedo, pero en la que reconozco su preocupación. Me tomo mi tiempo antes de decirle que si, y corto el teléfono sin siquiera despedirme. Esta noche debería ser como las demas, soñandola. Pero ahora daría lo que fuera por no pensar en ella.

domingo, 2 de septiembre de 2007

track 6: THE CHURCH OF HOT ADDICTION (Cobra Starship)


Un auto casi me atropella mientras corría cruzando la calle.
Tenía las piernas cansadas pero no podía detenerme. Aun podía escuchar los gritos desde del bar, y las voces de mas de alguna voz no muy amigable. Mientras corría miré hacia atrás y me encontré con mis amigos, a pocos metros de mi, todos corriendo como si nos persiguiera el diablo mismo. Serpenteamos por las calles del barrio bellavista hasta perder a quienes nos perseguían y no nos detuvimos hasta llegar a Plaza Italia, y ahí mismo nos detuvimos a recuperar el aire, sentados o arrodillados en un circulo nos miramos los unos a los otros.
Inevitable cagarnos de la risa al vernos las caras.
- Esa estuvo cerca – dijo Antonio casi sin aire – esta vez pensé que nos agarrarían.
- El día que nos agarren esto va a perder la gracia – respondió Pablo mientras se quitaba la gruesa chaqueta verde que llevaba encima – ¿Todo bien Lucas?
- Si – respondí, aun con la respiración cortada, y dispuesto a caer de espaldas en el suelo de la plaza.
- Uno llevaba una botella rota - comentó Antonio aguantando la risa.
- ¿quién era? ¿el de la mina a la que estabas molestando?
- Oye, ella quería conmigo, se le notaba. – dijo Antonio empezando a perder la borrachera, ya no muy convencido.
- Hmm, como digas – respondí aguantando la risa, lo cual no pude hacer mas cuando Pablo estalló en una carcajada.
Mis amigos sabían, por decirlo de alguna manera, sacarme de contexto.
Nuestras intenciones nunca eran las que parecían. Inicialmente, buscábamos pasar un buen rato, pero tenemos una afinidad con “situaciones complicadas”.
La gente no entiende nuestro sentido del humor.
A veces bastaba con mirar a alguien con mala cara, otras veces la causa era un manoseo repentino a una total desconocida, que resultaba ser pareja de un tipo que nos doblaba el tamaño. Fuera como fuera que empezara la cosa el resultado era el mismo, la situación no demoraba en salirse de control, y bueno, ahí corremos. Es una especie de deporte extremo, pero nunca tenemos intención de correr, no nos gusta correr.
Caminamos, ya mas calmados, hacia el auto de Antonio, que estaba estacionado a un par de cuadras de ahí. Aún después de decenas de escapadas como esta me impresionaba que hubieran dos personas que compartieran mi falta de juicio, sobre todo considerando lo diferente de sus personalidades.
Pablo era el mas calmado de todos, y el que se hacía responsable de que nuestras acciones no se pasaran demasiado de la raya. Sin embargo, no perdía la oportunidad de divertirse un rato con nosotros. Antonio, por otra parte, era el mas descontrolado de los tres, y el mas impulsivo. En nuestras tres personalidades se creaba un balance, y ese balance estaba presente desde siempre.
- te noté un tanto distraído a ratos – comentó Pablo.
- Si – respondí – no he estado muy en mi mismo estos días.
- Honestamente – dijo Antonio – creo que tu problema es claro. Decidiste escaparte de tus problemas acá y lo único que hiciste fue buscar problemas en otro lado. Desde que tu nueva conquista vino y se fue no has estado igual.
- No es así, no es una conquista, y no es un problema. – respondí.
- Bueno, pero ¿y si lo fuera? Creo que no deberías complicarte mas las cosas. Búscate una mina acá y ahórrate problemas – Antonio tenía la tendencia a ver las cosas en blanco o negro a veces.
- No es tan simple – respondí – ya, hablemos de otra cosa
- ¡Mierda! – exclamó Pablo.
- No te molestes – dije – no es para tanto.
- No es eso – respondió subiendo al auto – ahí vienen los tipos del bar.
- Ah, cresta!

sábado, 1 de septiembre de 2007

track 5: THE MESS WE'RE IN (PJ Harvey c/ Thom Yorke)


Desde la terraza en la azotea del edificio podíamos ver la ciudad entera, sintiéndonos por encima de ella, por encima de sus historias, por encima de nuestras historias. En Santiago no hay estrellas reales, las matan las artificiales, de neón, de fuego, de químicos. Fueran las luces que fueran, si iluminaban su cara eran las luces que estaba esperando.
Maldito romanticismo barato, me siento como un cliché hablando pelotudeces.
Una vez mas recordé como odiaba comportarme como un romántico, pero me era imposible actuar de otra manera ahora. El viento corría fuerte, pero cuidadoso, como si intentara abrigarla y no pudiera. La voz de Radiohead, me deprimía, como Radiohead suele hacer ("talk show host" en los audifonos dando una caminata por Santiago y uno quiere tirarse al Mapocho para terminar su miseria). En este caso, Yorke acompañaba P.J Harvey a través de los parlantes de una vieja radio, y de cierte manera, me servía de anestesia para lo que pasaba a mi alrededor. Ella me sonreía, parada a menos de un paso de mi, un poco nerviosa, un poco triste, un poco queriendo ocultarme algo que no podía ocultar. Me senté lo mas cerca del borde que me permitía mi sensación de que un pedazo del edificio podía desprenderse y caer, si, efectivamente pienso en esas cosas, tengo un problema con las alturas. Ella se sentó a mi lado y se apoyó en mi, mirábamos en la misma dirección, parecíamos concentrados en las luces, como si las contáramos. La escena parecía simplemente correcta, y al mismo tiempo no, porque si algo nos llevaba a esta azotea, era estar sobre todos, para que nadie nos viera.
- ¿te vas mañana? – pregunté, sabiendo la respuesta de antemano.
- Si. Ojala pudiera quedarme un día mas
- Ojala. Pero al menos pasas por Santiago de vuelta.
- Si.
- Es algo, poco, pero algo.
Creo que no hacía falta decir mucho mas. Nos besamos y seguimos contando luces. Sabía que esto no iba a durar, mi relación con ella, la noche que estábamos viviendo, nada podía durar mucho. La abracé con fuerza, como temiendo que el viento se la llevara. Le describí los lugares de Santiago que ella no conocía y yo conocía de niño. Santiago nos daba el placer de sus atardeceres contaminados, que tiñen el cielo de un rosa/naranjo muy fuerte, casi artificial. Decir que quería que el momento no terminara nunca sería un cliché y hasta cierto punto, una mentira, pero si puedo decir que quise alargarlo lo mas posible.
Cuando nos tocó separarnos bajamos las escaleras y volvimos a tocar el suelo con los pies, sintiendo que nos volvía a pesar todo, que nuestra historia salía de su pausa y no cambiaba absolutamente nada el escape. El escape nunca cambia nada. Acordamos despedirnos sin decir nada, y tras ese acuerdo dijimos todo lo necesario para esa despedida silenciosa. Concertamos citas, revisamos calendarios, dijimos nuestras ultimas palabras y, dejando de lado por un segundo todas nuestras preocupaciones, nuestro secreto, nos enredamos en uno de esos besos nerviosos donde uno no le atina a la boca en el primer intento, lo cual hace el momento mucho mas… no se… agradable, de una manera un poco infantil y torpe.
Tras alejarnos caminando hacia atrás para vernos un momento mas caminé sin dirección. De repente, sentí que me tomaban con fuerza el hombro y me daban vuelta. Recibí un beso intenso, perfecto, seguido de una sonrisa fugaz. Mientras la veía alejarse con rapidez sonreí como había sonreído tantas veces gracias a ella. Un poco queriendo no sonreír tanto y un poco deseando alargar la sonrisa. La noche ya había empezado y tenía cosas que hacer, así que seguí caminando, sabiendo que no iba a llevar a cabo ninguno de mis planes.
Una vez mas, el sonido del teléfono me sacó de mis pensamientos. En la pantalla del celular se leía “Antonio”.
- ¿Alo?
- ¿dónde estas?
- Por ahí, ya cerca de mi casa ¿por qué?
- Te pasamos a buscar, Hoy se hace.
Antes de que pudiera oponerme me habían cortado el teléfono.

martes, 14 de agosto de 2007

track 4: TALK SHOW HOST (Radiohead)


El calor era insoportable, aún a la orilla de el río Mapocho que, pese con toda la mierda que flota en el, aun provee un lugar agradable para pasar la tarde. Era uno de esos momentos donde, a menos que lo pensara demasiado, no podía recordar como había llegado ahí. Eran alrededor de las 3 de la tarde de un día domingo, la peor hora del peor día del verano santiaguino, tan diferente del lugar de donde había vuelto hace unos cuantos días. Acá parece como si toda la ciudad tomara la siesta. Había salido de mi casa temprano, había tomado desayuno por ahí para después vagar sin pensar demasiado, dando finalmente con el río. Mientras caminaba imaginaba esa guitarra de sonido oxidado, seco, como si tuviera costras de arena pegadas a las cuerdas. Si mi guitarra tuviera las cuerdas oxidadas, estaría igual de deprimido que Thom Yorke. Tomé mi teléfono y busqué a quien llamar para pasar el rato, pero no encontré a nadie a quien quisiera ver. Me puse de pie y comencé a caminar por la orilla mientras prendía un cigarrillo. Si no miraba directamente al río podía pretender que no estaba contaminado e imaginar que el ruido del agua era el de un río hermoso. Santiago es una ciudad bellísima, pero le corre un rió de mierda por el medio.
¿ven el simbolismo? Yo tampoco.
Caminé en dirección al centro con la intención de perderme en algún museo o una calle de interés histórico o arquitectónico, como si no supiera que iba a terminar en el mismo café o bar de siempre. El calor era cada vez peor y el sol mas insoportable. Ya habían pasado semanas de mi vuelta a Santiago y todo parecía haber vuelto a la normalidad, o al menos, a algo cercano a la normalidad. Había hablado con ella repetidas veces, cada vez deseando mas que mi situación fuera otra y esperando un corto viaje de ella a Santiago. Por otro lado, las amenazas telefónicas habían continuado, lo cual indicaba que el problema de mi nueva mala fama no se había desvanecido aún. Por ahora, al menos, todo parecía estar, bueno, ni bien ni mal, me sentía un poco sedado, un poco letárgico. Mi caminata me llevó hasta plaza Italia donde, mientras caminaba sin prestar mucha atención a nada, fui detenido bruscamente por una cara conocida.
- Hasta que te encuentro – me dijo, con una sonrisa de confianza que se interrumpió con una risotada mia.
- “hasta que te encuentro”, por dios, ese dramatismo, como si fueras a dispararme ahora o algo, ¿qué? ¿me estabas buscando? ¿A eso has dedicado tus días desde que esa estúpida te metió algún cuento? ¿qué te dijo, que la engañé, que la golpeaba? Puras mentiras. Pensé que me conocías mas que eso Felipe. Como te controlan, ¿no te da al menos un poco de vergüenza?
Hubo un momento de silencio.
- En verdad no se que hacer – fue su respuesta, y no supe que decir a ello – nadie sabe si creer o no lo que ella ha dicho de ti, pero tu sabes como es, finalmente es mejor pretender que le creemos, es mas facil lidiar contigo que con ella.
- Cobardes – dije, con una sonrisa intencionalmente insolente – dile a quienes sean que estén “molestos” conmigo que me dejen tranquilo, tengo mejores cosas que hacer que aguantar esto – extendí mi mano hacia el.
- Cuídate – dije
- Tu también – me respondió
Mi caminata continuó sin interrupciones y, extrañamente, no me llevó a donde pensaba. Caminé sin pensar por horas, por lugares que no conocía y lugares que quería conocer de nuevo. Finalmente, el atardecer me encontró en la cima del cerro Santa Lucía, con música suicida sonando en algún lugar cercano, y agotando uno de muchos últimos cigarrillos consumidos en mi caminata. Una nube de smog enmascaraba la ciudad mientras el cielo se teñía de rojo y naranjo. Santiago parecía vacío, muerto, post apocalíptico, los colores eran intoxicantes. Sentí mi teléfono en mi bolsillo y, esperando otra estúpida amenaza, revisé el numero de la llamada para asegurarme
Larga distancia. Sonreí.

jueves, 2 de agosto de 2007

track 3: BLUE LIGHT (Emilie Simon)



Andrea. Me gustaba el sonido que hacía el papel de sus cigarrillos al quemarse. Tenía mi altura, lo cual me molestaba y gustaba a la vez, y parecía aun mas receptiva que yo a los impulsos de la ciudad, lo cual le envidiaba. Siempre parecía estar analizándome, asi que escogía muy bien mis palabras y gestos cuando me encontraba con ella, aunque en el fondo sabía que no podía engañarla y que ella probablemente estaba disfrutando observar mis intentos. Frente a dos tazas de café a medio tomar discutíamos de temas sin importancia, acompañados por canciones de esas que no se escuchan seguido en la radio, y son siempre una sorpresa placentera. Aunque prefiera escuchar a Emilie Simon cantar en francés la canción me encantaba, y la mezclaba con las palabras de Andrea. Nuestra verdadera comunicación se llevaba a cabo en el cruce de nuestras miradas. La había conocido hace ya un tiempo, en una fiesta donde también llegamos a “conocernos mejor”, creo que se entiende.
Música bailable y ron barato, imagínense.
Tras esa noche estuvimos un breve tiempo juntos, y con el paso del tiempo pasó a ser una persona digna de toda mi confianza, me era imposible estar cerca de ella sin sentir una extraña mezcla de cariño y complicidad, a veces incomodidad.
- Y ¿te sirvió de algo tu “escape”? – me preguntó con una sonrisa sospechosa.
- Ehm… creo – respondí.
- Te lo dije antes, escapar no te va a servir de nada. Si, cometiste un par de errores acá, y tu viajecillo te debe haber ayudado a poner todo en espera, pero no me extrañaría que ya te ande buscando alguien. has recibido un par de llamadas, no?
- No – respondí – no un par al menos…
Nos largamos a reír como si el problema fuera un asunto gracioso. Me gustaba como Andrea podía hacerme sentir que las cosas eran menos graves de lo que eran en verdad. Terminamos nuestros cafés con prisa y decidimos caminar por un rato, dejando el auto de Andrea frente a su casa. Pese a que no me encontraba en el mejor de los ánimos, momentos como este siempre me hacían sentir mejor, caminaba por ella y me sentía bien, como si estuviera en el lugar exacto donde debía estar, hoy era casi igual, una pequeña parte de mi deseaba estar en el norte, y otra parte deseaba que algo del norte estuviera en Santiago.
Tras una escala por unas cervezas en uno de nuestros lugares preferidos, dimos a parar a un lado del río Mapocho, mirando de lejos las luces de los edificios y las esculturas al borde del río.
- ¿conociste a alguien? – preguntó Andrea. Increíble como me conocía.
- ¿cómo te diste cuenta?
- Se te nota, siempre se te nota – me respondió Andrea prendiendo un cigarrillo.
Aun bajo el ruido del río podía escuchar el papel quemándose.
- Creo que debería sacármela de la cabeza.
- Tal vez, la distancia es un problema grave, y no creo que quieras mas problemas
- No, no mas.
- ¿quien te llamo?
- Ni idea, tampoco me importa mucho. Me enteraré luego, supongo.
- Hoy te quedas en mi casa, en caso de que te esperen, no se en que andas metido, pero es mejor asi, no?
- No te preocupes - respondí ocultando una risa - no es para tanto el asunto. pero si quieres te puedes quedar conmigo.
Me divertía Andrea. A veces, sabía hacerme sentir que mis problemas no eran graves, pero al mismo tiempo, se preocupaba por mi mas de la cuenta. Como si me esperaran tipos de negro en mi casa para quebrarme las piernas, no podía evitar sonreir en señal de agradecimiento.
Llegamos a mi casa a pie, dejando abandonado el auto de Andrea. Ahórrense las suposiciones de una escena romántica. Llegamos allá a dormir, tras nuestra corta relación, nunca podría tener una relación con Andrea mas allá de la que tengo. Y estoy, estamos cómodos con eso.
Mientras Andrea dormía me senté frente a la ventana abierta prendiendo el último cigarro de mi cajetilla. Intentaba sentir el aroma de santiago sobre el del humo. Hacía frío afuera y calor adentro y era agradable sentir ambos a la vez. Dirigí mi vista hacia Andrea, se movía mucho mientras dormía, como si nunca encontrara una posición cómoda. Sonreí rápidamente y me paré de mi silla, en ese momento me interrumpió una vez mas el sonido de mi teléfono, salí con prisa de la pieza para no despertar a Andrea y conteste.
- ¿alo?
- Hola
- Ah… tu.
- ¿llegaste bien?
- si – dije, antes de un largo silencio.
- Quiero que nos juntemos, necesitamos hablar
- No quiero hablar, no contigo
- Tenemos mucho que resolver
- No tenemos nada que resolver ¿sabes cuanta gente pusiste en mi contra? No tengo nada que hablar ni nada que resolver contigo.
- Tu sabes que me arrepiento de eso.
- No, no se y no lo creo – dije, antes de cortar el teléfono
Ahora sabía que no iba a dormir tranquilo.

martes, 31 de julio de 2007

track 2: NARANJO EN FLOR (Bajofondo Tangoclub)


Santiago de noche. Otra cosa.
Otra cosa en comparación al Santiago inundado de un sol intoxicante y seco. La gracia de los veranos santiaguinos esta en la noche, cuando el viento es mas helado (o es, durante el día no corre mucho viento) y el sol se reemplaza por resplandores de neón. Durante los días de verano, las cosas no parecen funcionar igual, todos parecen dormidos, todo parece mas lento. Pero al llegar la noche los engranes de esa maquina parecen aceitarse y funcionar mejor que nunca. Santiago también es traicionero, sus historias pueden ser bellas o terribles, depende de las decisiones que uno tome, y yo tiendo a tomar las peores. Siento el peso de esas decisiones en cuanto me bajo del bus. Se siente como si fuera la primera vez que veo la ciudad en años, han pasado dos semanas y todo esta distinto. Es curioso como una banda argentino/uruguaya de tango electrónico te puede hacer sentir como en casa con música de bases en algo que ni se parece a la música chilena. De todas maneras, el tema daba una buena bienvenida a Santiago, era inevitable mirar en círculos y notar cada detalle de la ciudad.
Cometí un error al volver.
Quise sacar un cigarrillo de mi bolsillo y recordé que ya no fumaba, me arrepentí de esa decisión tremendamente. Me quedé congelado un momento, mirando a mi alrededor mientras pretendía analizar la situación en la que me encontraba, o analizar todo lo que me rodeaba. Tenía mucho que enfrentar ahora que había vuelto a Santiago y mi escape no había hecho mas que agravar las cosas. Mi viaje al norte no tenía mas intención que la de poner mis problemas en espera por unos días, y ahora parecía tener mas que antes. Me sentía como estando parado a tres metros de un auto que viene hacia mi a toda velocidad, sin poder pensar en mas que en “mierda, me van a atropellar”, no es la mejor de las sensaciones, debo decir. Al menos cuando estaba escapando el automóvil parecía estar un poco mas lejos. Aceptando mi debilidad me detuve en un kiosco a comprar una cajetilla de cigarros, Light, como si eso hiciera mas aceptable mi decisión de volver a fumar. No pude evitar sentirme como una vieja gorda que compra un combo agrandado de Mc Donalds mientras se queja de su figura y pide una Coca-Cola Light pretendiendo que marque una diferencia. Tras la primera bocanada me siento un poco mas calmado, busco con la mirada un lugar donde tomarme un café (o en su defecto, una cerveza) antes de volver a casa. No puedo evitar notar el estado del barrio donde me encuentro y, un tanto desconfiado, sujeto mas fuerte el bolso que llevo colgado. Me dirijo hacia un café recién localizado por mis ojos, un poco perdido entre mil imágenes que se mezclan y giran en mi cabeza. En ese momento el sonido de mi teléfono me sobresaltó e interrumpió mis pensamientos.
- ¿Lucas? – preguntó una voz al otro lado de la línea
- Si – respondí
- ¿de vuelta en Santiago?
- Si – dije de nuevo
- Te estaba esperando. Voy a asegurarme de que no repitas lo que hiciste. – dijo la voz antes de cortar.
Apenas volviendo ya chocaba con los conflictos de los que escapaba y recibía la llamada de un enemigo.
Ojala supiera quien me llamó.
A modo de explicación, una de las razones de mi viaje fue, bueno, cierta persona desagradable que dijo algunas cosas de mi (unas, completas mentiras y otras, verdades exageradas). Estos rumores tuvieron una que otra reacción negativa en conocidos míos, los cuales ahora me buscan para exigirme una explicación, confrontarme, o de plano sacarme la cresta. Aun me pregunto quien me habrá llamado, pero sea quien sea, el problema es el mismo. Bastó con que murmurara un “mejor búsquense una vida y dejen la mía tranquila” para que mi teléfono sonara de nuevo, esta vez al contestar me encontré con alguien amigable.
- Andrea, hola – dije al reconocer su voz, reaccionando con una pequeña sonrisa.
- ¿llegaste bien?
- Si, todo sin problemas.
- Estoy cerca del Terminal, te paso a buscar y vamos a tomar algo ¿te parece?
- Ok, vamos donde siempre, te parece?
- Vale, dame cinco minutos, un beso
- Un beso, chau.
Mi llegada a Santiago pasaba de amarga a agridulce. Me senté en una esquina a esperar a Andrea mientras leía de lejos los titulares de un diario de hace dos días que ahora se encontraba flotando sobre un charco. El tráfico parecía cada vez mas ocupado y me preguntaba si a Andrea le tomaría mas tiempo el llegar a recogerme. Me entretuve un tiempo leyendo letreros, observando a la gente e intentando adivinar la marca de los autos que cada vez pasaban mas rápido por la esquina donde me encontraba. Cinco minutos después, casi exactos, Andrea detuvo su auto en la esquina para encontrarme con los pantalones salpicados de agua de las rodillas hacia abajo.
- ¿Qué te paso? – me preguntó.
- Nada, un auto pasó por un charco.

domingo, 29 de julio de 2007

track 1: TRAINS (Porcupine Tree)


Lo único que podía ver era el mar, a lo lejos, y el árido suelo desde la playa hasta las montañas a mis espaldas. La carretera estaba completamente desierta a excepción del bus en el que viajaba, detenido frente a un carro de comidas que parecía ser la única muestra de vida humana en kilómetros. Compré algo para beber y me senté donde pude, observando la nada en la que me encontraba, pensando en mil cosas al mismo tiempo, envolviéndome en una especie de torbellino que no podía tener relación alguna con la calma del lugar. Este era el lugar perfecto para pensar en el pasado, en el futuro, y después congelarse en el presente por un momento. Era inevitable recordar, recordaba noches, besos secretos, sonrisas honestas. Recordaba canciones en la guitarra y sentía que la armónica en mi bolsillo vibraba con sus ultimas notas. La recordaba a ella, que me había dado mi ultima sonrisa y sabía que, pese a la distancia, me iba a dar la siguiente.
Recordé también cuanto me molestaba ponerme así romanticón
Estaría en Santiago en unas pocas horas, y no sabía que iba a pasar cuando llegara. Había, básicamente, dejado mi vida de lado por unos días para escapar, pensar, tomar decisiones y, por supuesto, no tenia nada demasiado claro en mi mente, si no basta con proponerse las cosas. En este momento, lo único que me importaba era el presente, que repetía un eco moribundo de las horas anteriores, y este lugar, este mar y desierto bajo el sol del norte.
...Puta que hacía calor.
Steven Wilson probablemente pensaba en un lugar distinto a este al escribir su canción, bueno, partiendo por el nombre, la canción es "trains", no "busses", o algo así, no creo que se encontrara en una carretera en medio de la nada precisamente, pero la música en los audífonos acentuaba todo, encajaba con el segundo que estaba viviendo.
Me gusta mas la versión en vivo, pero en fin.
Devolví mi botella vacía a quien me la había vendido y observe por ultima vez dando un lento giro de 360 grados. Queriendo recordar todo lo que venía a mi mente en este momento. La noche anterior había pasado con la velocidad de un suspiro, mirando su figura con la yema de mis dedos, escuchando sus palabras hasta que el sol, reflejado en su piel me indicó que llegaba mi hora. Recuerdo la sonrisa con la que enmascaraba nuestra despedida. Y el sonido del viento mientras, de lejos, le daba un adiós silencioso. Los recuerdos siguientes eran de un paisaje somnífero a través de la ventana, o de temblorosas anotaciones en mi cuaderno, recuerdos de hace 10 minutos, 5 minutos, 30 segundos.
No se si no podía recordar mas o no quería recordar mas.
- ya nos vamos – interrumpió una voz desconocida a mis espaldas, una especie de azafata de bus – se te queda algo? – agregó tras un largo silencio.
- No creo - respondí con una fingida sonrisa – gracias.
No entremos en detalles sobre ese ultimo dialogo, me ahorrare el cliché de que dejé mi corazón allá, por lo tanto si se me queda algo, son huevadas mías y si les interesa, bueno, tal vez les digo mas tarde.
En los audífonos una voz decía siempre los veranos se van deslizándose. La música hacia que este bus se sintiera como un tren.
Sonreí, y al darme cuenta de que lo hacía murmuré su nombre.